jueves, 1 de marzo de 2012

Suerte vuelve II....(2)

Esa noche cenaron en el restaurante del hotel. Ana pidió una de las mejores botellas de vino tinto de la carta. Quería celebrar que estaba con Alberto. 
Durante la cena él se mostró encantador, como cuando empezaron su relación ilícita, sonrisas, ojitos, caricias,.... Ana se sentía feliz, contenta, no pensaba en nada ni nadie, por fin volvía a estar con el hombre que le había hecho sentir algo en su vida. 

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Ana era una mujer de hielo. Lo más importante para ella era su trabajo. Su vida personal nunca fue prioridad y conocer a Jordi y casarse con él fue un mero trámite. No quería tener una relación que le supusiera perder tiempo y le costara disgustos, lloros... Lo había visto muchas veces y no quería terminar como aquellas pobres mujeres que no sabían separar los sentimientos de una relación carnal. 
Además su tren de vida era importante. Solo necesitaba tener a un amigo con el que hablar, alguien con quien acostarse en momentos de debilidad corporal y poco más. Jordi reunía esos requisitos, además de estar enamorado de ella. Ana lo sabía y se aprovechaba en todo momento.

Cuando anunciaron la boda, los padres de Ana suspiraron aliviados. Su hija no era tan rara como ellos pensaba. Gracias a esa boda la dejaron en paz, pensaron que pronto les harían abuelos. Nada más lejos de la realidad, ya que Ana no estaba dispuesta a tener un visitante en su cuerpo 10 durante nueve meses, para luego tener siempre la ropa manchada de babas o vómito. Ella sabía perfectamente que no había nacido con instinto maternal .
Unas semanas antes de la boda quedó con Jordi. Los padres de él y ella habían estado hablando del futuro y eso a Ana no le gustaban, pues siempre querían tomar decisiones por ella. 


- Jordi, quiero hablar contigo de un tema, antes de casarnos.
- De acuerdo, dispara.
- Yo no quiero tener hijos - Ana era una persona concisa, directa, sin tapujos. Así que lo soltó tal y como lo pensó. - No tengo instinto maternal. Además eso de tener que dejar mi vida para cuidar a un bebé maloliente... no sé, no creo que pueda.
- Ya... - Jordi estaba muy enamorado de ella. Desde siempre. Aquello fue como un jarro de agua fría en plena cara. No se podía creer que llegara a esos extremos. - Pero con el tiempo eso pasará y verás que el reloj biológico...
- Nada de reloj biológico. No quiero tener hijos y entenderé que después de saber esto no quieras casarte conmigo.
- ¿Por qué dices eso? - Jordi no perdía la esperanza y sabía que tarde o temprano ella cambiaría. Cuando sus compañeras o amigas tuviesen hijos su visión de la vida cambiaría. - Solo quiero que me digas una cosa, ¿por que dices que no quieres? ¿Por las babas? ¿ Por la baja?,....
- No quiero por que no me gustan los niños. A mi cuantos más adultos mejor. Puedes mantener una conversación con ellos. No gritan, no escupen, no se cagan encima... Son racionales, ya sé que me vas a decir que hay adultos que son peores que los niños, pero a esos tampoco los aguanto. Sabes la poca paciencia que tengo. Además, me gusta mi vida, mi trabajo y sabes que es muy absorvente y si sigo subiendo, en la empresa, tendré demasiado trabajo y no lo podré compaginar. Además, eso de llevar a un ser extraño en mi cuerpo nueve meses.... Nunca me ha gustado. Este mundo es egoísta y yo lo soy más. No quiero tener un hijo por que no me gusta, no quiero tenerlo por que esto se va a la mierda y no quiero, por que es una perdida de tiempo y dinero. Piénsalo.... - Ana estaba decidida y nada ni nadie podría hacerla cambiar de opinión. -Mientras otras personas se desviven por darle la mejor educación a sus hijos, la mejor ropa, juguetes, un techo,... Nosotros podremos viajar, ver mundo, vivir la vida, ir a las mejores fiestas, vestir de las mejores marcas.
- Ya.... - Jordi no quería creer lo que ella decía. Dentro de él pensaba que todo lo que decía pertenecía a esa fachada que Ana se había formado años atrás. Después del terrible accidente. - Bueno, entiendo tu postura y no por ello me voy a echar atrás, aunque si no quieres casarte tu...
- Yo sí quiero. Quiero que nos casemos y empecemos esa vida juntos. Sin padres, ni nadie que nos moleste, con nuestras propias reglas. 
- Me parece bien. Entonces, todo esto sigue adelante. Lo de los niños... no te preocupes.

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Después de la cena, Alberto le sugirió a Ana subir a la habitación, para seguir hablando del pasado y los buenos momentos. 
Ana estaba un poco achispada y lo único que quería era meterse en la cama con aquel hombre, así que no dudó en subir con él hasta la habitación.
Cuando llegaron a la habitación, Alberto fue al lío. Sabía que Ana estaba deseando estar con él y él no iba a ser menos. Pronto se quitó la camiseta, y la besó apasionadamente, mientras ella tocaba ese pectoral que tanto le ponía. Fueron quitándose ropa mientras caminaban por la suite. Estuvieron un rato en el sofá, Alberto sabía que la gran debilidad de Ana eran los mimos, los besos en las rodillas, en los hombros, un abrazo, una caricia. 

Por fin la tenía derretida y donde él quería, así que se fueron a la habitación para poder terminar lo empezado en el salón. 


A la mañana siguiente, cuando Alberto se despertó no encontró a Ana en la cama. Pensó que se habría marchado, por el remordimiento de conciencia que siempre le entraba después. Cuando conoció a Alicia vio que su rival era fuerte y después de sus encuentros sexuales Ana desaparecía muerta de arrepentimiento, pues creía que aquella mujer era digna de admiración, por su fuerza, entereza, por haber cazado a Alberto,.... 

Pero cuando abrió la puerta de su habitación se encontró a Ana semidesnuda, tumbada en el sofá mientras se comía unas uvas. 

- Tenía un hambre atroz después de la noche que hemos pasado. No quería despertarte.
- Ya veo que vas servida, pero si quieres, podemos llamar al servicio de habitaciones. Me gustaría que hoy no saliéramos de aquí en todo el día. Quiero recuperar el tiempo, que tontamente, perdí contigo.

Ana estaba eufórica. Por fin Alberto se había dado cuenta de que quería estar con ella, y ahora todo sería diferente. 

- Sí. Además tenemos que hablar de algunas cosas.
- Lo sé. Pero no estropeemos este día con tonterías sin importancia. Divirtámonos.
- No creo que tengamos que estar todo el día retozando como perros en celo. Tenemos cerebro y debemos pensar qué haremos ahora. Tú, todavía estás casado. Yo estoy casada. Están a punto de embargarte todo por la locura que cometiste con esa francesita.
- Ya lo sé. Pero la verdad es que mi actitud pasada me apena y me avergüenza. 
- No pasa nada. Lo entiendo. Yo tampoco me sentiría orgullosa.
- He pensado... - Alberto quería tantear el terreno, para ver qué quería ella - que ya que Alicia me dejó claro que no me perdonaría, lo mejor sería divorciarme de ella. Quiero empezar una nueva vida.
- Ajá.... - Ana quería que le pidiese que dejara a Jordi, pero Alberto tenía demasiada clase para rebajarse. - Esa nueva vida.... ¿La quieres empezar solo o acompañado?
- Todo depende de ti y lo que hayas pensado. No te voy a negar que recordar el pasado me ha hecho ver que me gustaría estar contigo. Pero a lo mejor te gusta tanto tu vida que no quieres dejarla por escaparte conmigo.
- ¿Escaparme?
- Sí. - Alberto estaba lanzado. Ahora o nunca, pensó. Era el momento de proponerle un plan. Sabía que ella no lo rechazaría. - He pensado que podríamos hacer un viaje. Ver como estamos, pasar tiempo juntos, pensar en el futuro....
- Me gusta la idea. 
- El problema, cariño, es que no tengo un duro y.... no quiero que pienses que me estoy aprovechando de ti.
- No te preocupes. Sé que has aprendido la lección.
- Claro, preciosa - Alberto se sorprendía de sí mismo y su poder a la mentira y la manipulación. 
- Hablaré con Jordi... pero dentro de unos días. Ahora me da pereza. Pero falta otro tema. Te quieres separar de Alicia, pero ¿no hay nada que quieras recuperar de la locura que cometiste?
- La verdad.. - Alberto quería saber hasta que punto Ana estaba colgada de él, por eso le pidió una cosa casi imposible -. Hay algo que no me gustaría perder. La casa de la montaña. Esa casa me la compré después de ganar un caso que me llevó un año. Era un caso millonario contra una aseguradora. Trabajé durante meses, para que la aseguradora ganara a los pobres diablos que creyeron en ella. Sé que parece una tontería, pero es mía. 
- Lo entiendo perfectamente. A mi no me gustaría perder la de la playa. La compramos hace un par de años, pero me encanta tener ese refugio conmigo. La casa está a tu nombre o al de los dos. 
- No, la puse al mío. 
- Entonces hablaré con mi banco y mi abogado. Esa casa será nuestra. Para nuestra nueva vida.

Después de ultimar los detalles de todo lo que querían tener en esa "nueva vida" que estaban montando juntos. Llamaron al servicio de habitaciones. Pidieron un suculento banquete para desayunar. Los dos querían reponer fuerzas para lo que venía después.... El jacuzzi les estaba esperando. 
Por supuesto Ana no pidió cualquier habitación para Alberto. Pidió una suite con todo lujo de detalles. Era una habitación de dos plantas. En la planta de abajo estaba el salón, un pequeño vestidor, el baño, con todas las comodidades y una habitación de 30 metros, con una cama de 2x2. 
En el salón habían unas escaleras que te llevaban a la planta superior. En ella se encontraba la terraza con un espacio de sofás, con una barra de cockteles. Al otro lado, unas hamacas y un jacuzzi tan grande como su cama. 
Allí pasaron casi todo el día, con la brisa que les llegaba desde la playa. Un mundo lleno de gente y oportunidades estaba a sus pies, pero para ellos, o mas bien, para ella solo existía ese momento. Solo existía él. En cambio para él, todo estaba por llegar. Parecía que las cosas se iban a arreglar. Volvería a tener dinero y poder. Además de una mujer como Ana. Alicia le había rechazado. Así que no podría recriminarle nada... "Ella se lo pierde. A ver como sale del atolladero", pensó. 

El día pasó rápidamente. Entre caricias, besos, abrazos, sexo en el jacuzzi, en la hamaca, en la terraza, en el salón, en la cama. Los dos se olvidaron del exterior, de tal manera que Ana no oyó las veces que le vibró el móvil. Su marido la llamaba, Alicia también, pero ella solo tenía su mente y su cuerpo a merced de lo que Alberto pedía y deseaba.


Ana se levantó de madrugada. No quería que él se despertara. Era hora de afrontar todo lo que iba a pasar y lo mejor era ir al hotel, donde estaba Alicia y hablar con ella, contarle todo. No ser una cobarde. 
Salió rápidamente de la habitación. En recepción pidió un taxi, para que le llevaran a su hotel. Antes de irse pidió que no se molestara a Alberto hasta que ella llegara. Era temprano, estaba a punto de salir el sol y en lo único que pensaba era Alberto y lo feliz que era. 
"¿Cómo se lo explicaré a Alicia?Bueno, ella lo rechazó. No puede pensar que lo he hecho a mala fe. Ella no quiere volver con él", pensó. 

Quince minutos más tarde estaba en la puerta de su hotel. 
Entró rápidamente, se fue a su habitación, cogió la maleta y metió la ropa sin doblar. Después fue al baño y recogió todas sus cremas, su maquillaje,... Antes de cerrarlo todo miró hasta el último rincón. 
Mientras miraba por la habitación, no dejaba de repetirse que no había hecho nada malo y que no tenía por que temer a Alicia. 
Ana parecía ser una mujer fuerte, pero en realidad era débil, vulnerable y temía por las reacciones de todo el mundo. Desde que conoció a Alberto, desde que volvió a sentir el amor dentro de su corazón, la coraza que llevaba era débil, como ella y se podía romper en cualquier momento.
Cuando terminó de inspeccionar la habitación se sentó en la butaca. Quería pensar en qué hacer, en cómo decirle a Alicia lo que había pasado... En ese momento se dio cuenta: "¡Mierda!, pienso en Alicia, pero también tendré que darle una explicación a Jordi....", Ana se había olvidado completamente de su marido, que no sabía nada de lo que pasaba. Él era feliz en su mundo, "al fin y al cabo le hago un favor. Ninguno de los dos éramos felices. A lo mejor se queda con la recepcionista maleducada. A este hombre le ponen las mujeres dominantes...."

Estaba decidido Ana no quería enfrentarse a Alicia cara a cara. Pero tampoco quería dejarla en la estacada. Dentro de ella, sabía que Alicia no lo entendería y no dejaría que volviese con Alberto. Lo mejor era dejarle una nota explicándole todo y dejarle dinero y todo preparado para la vuelta.

Querida Alicia:

Siento decirte esto por carta. Pero no me atrevo a mirarte a la cara, pues sé que no estoy haciendo lo correcto, pero quiero tirarme a la piscina, quiero hacer una gran locura y siento que sea de esta manera... estoy enamorada.

Ayudé a Alberto a salir de la cárcel y le proporcioné un alojamiento. Estos días pasados, no he ido, precisamente de compras. Mientras tú estabas tan abatida por lo ocurrido yo le he dado una oportunidad a Alberto. Sé que está muy arrepentido por lo que hizo y quiero estar con él. Sé que no lo vas a entender. Sé que no te gustará todo lo que te cuento, pero es lo que siento.
Me marcho con Alberto. Nos vamos a un lugar lejano durante un tiempo. Quiero disfrutar de él y sé que volviendo a España solo tendremos impedimentos. Además he pensado que Jordi será más feliz sin mi.

Te he dejado dinero para que puedas estar algunos días más, si tu quieres. No te preocupes por la cuenta del hotel. La parte proporcional, hasta hoy, está pagada. También te he dejado un billete, con fecha abierta. No quería dejarte en la estacada... Espero que algún día me perdones todo esto. 

Ana
Después de escribir la nota se fue a recepción. Se conectó a internet y buscó un billete abierto para la vuelta de Alicia. Sabía que no querría quedarse mucho tiempo, pero le dejó el billete abierto. No quería molestarla más de lo que estaría al leer la nota. 
Fue a recepción y lo dejó todo preparado en el casillero de la habitación de su amiga. Medio minuto después estaba en un taxi de camino a su nueva vida con Alberto.

1 comentario:

  1. ¡Uala!

    Más información, más cosas, genial.
    Pero como siempre nos dejas en lo mejor. Lo que demuestra que eres muy buena Pati. Aunque nosotros nos quedemos *_*

    ¡¡Enhorabuena!!

    Sigue así :-D

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